Bolivia en medio de la catastrófica pandemia y la crisis política.

Por: P. Guillermo Siles Paz, OMI

Han pasado varios meses, desde que el país se ha paralizado.  Este ambiente nos ha develado muchas realidades y problemas de carácter económicos, social y político.

Bolivia ya había vivido varios problemas a fines del año pasado, cuando quedaron sin efecto las elecciones fraudulentas. Ya en el mes de octubre se había paralizado, generando muchas pérdidas económicas. Ahora con la pandemia, trajo una parálisis total de la vida económica. El mismo Estado, como los empresarios privados y la misma sociedad, se vieron afectados financieramente.  Dado que no hay liquidez, el gobierno pretende algunos créditos, pero la oposición le impide. De hecho, a finales de 2019, la deuda externa pública es de US$11.267,6 millones, la más alta de su historia al representar el 27,1% de su Producto Interno Bruto (PIB), porcentaje que se ubica aún entre los más bajos de la región, según el Banco Central de Bolivia (BCB).

Lo más preocupante es que, en Bolivia los empleados públicos son muy pocos. El empleado formal representa simplemente el 20 % y por lo tanto el resto de la población vive, en medio de iniciativas empresariales y del mercado informal, es decir que vive del día. Ni que decir de los jóvenes profesionales, que demoran por lo menos un año en conseguir un trabajo, o lamentablemente no lo logran.

Consecuencia de esta realidad, miles de familias se encontraron en una gran precariedad, sin tener de qué vivir. Los que tenían ahorros, poco a poco se los fue terminando. Pero la mayoría tuvo que restringirse y soportar este problema. A esto hay que sumar la ola de despidos a causa de la parálisis económica de las empresas. la tasa de desocupación urbana en Bolivia subió de 5,71 por ciento a 7,34, según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Muchos pidieron romper la cuarentena, pensando generar ingresos y reactivar la economía. El gobierno intentó paliar este momento dando tres tipos de bonos, lo que benefició a las familias más vulnerables.  Estos bonos paliaron la aguda crisis de algunas familias, recibir algo de dinero para soportar este momento. En los bonos se calcula entre 3.000 y 3.500 millones de bolivianos (de 431 a 500 millones de dólares), que fueron directamente a los hogares, a las familias y eso logró en algo paliar el tema de la economía en el país.

La pandemia entró en Bolivia en febrero y se asentó lentamente.  Ya se tiene más de cinco meses con la pandemia de coronavirus, Bolivia superó en casos de contagios a China. El último reporte, del 5 de agosto de 2020, refleja que tenemos 85.141 casos positivos acumulados, y cada día se tienen más casos. Sobre todo, en La Paz y Cochabamba donde hay todas las movilizaciones. Se teme que el contagio crecerá aceleradamente.

Las consecuencias se ven en los problemas de salud, que casi ningunos de los hospitales estaba preparado para enfrentar esta situación de emergencia sanitaria. Tanto así que fue Santa Cruz, el único lugar donde se hacían pruebas PCR y luego la ciudad de La Paz y poco a poco tuvieron que implementar, en otras ciudades. Sin embargo, no cubre la demanda existente. Al momento hay saturación. La mayoría de los infectados son tratados en sus casas. De mantenerse las movilizaciones el daño a la salud, seria alarmante.

Las princípiales víctimas fueron los médicos, enfermeras y personal de los hospitales, que han tenido que enfrentarse al mal sin ningún tipo de protección. Por eso se tuvo que lamentar la muerte de más de un centenar de médicos y enfermeras. Lo mismo podríamos decir de los policías y miliares que estaban en primera línea.

El colmo de todo es que, desde hace varios años, se pidió el 10 % del Presupuesto General del Estado, para la salud. Inicialmente se aprobó, pero el parlamento hasta ahora no le da la gana de aprobar, con eso podemos entender que no hay un verdadero interés de parte de los parlamentarios para paliar los problemas de salud, sino están en confrontación con el gobierno central.

El gobierno de transición, a la cabeza de la presidenta la Sra. Jeanine Añez, logró estabilizar el país, después de los tristes días de noviembre del año 2019, pero el parlamento pretende acorralar porque se reactivó una oposición direccionada desde el anterior gobierno. Con varias estrategias están en una flagrante actitud de sedición.

La oposición tiene dos tercios en el parlamento e impide que el gobierno genere una gestión dinámica y acelerada en este tiempo de pandemia. Todas las leyes los frenan y al contrario promueven leyes contrarias al gobierno.

Normalmente el 3 de mayo deberían de haberse realizado las elecciones nacionales, pero por la pandemia se postergó hasta el 6 de septiembre, pero últimamente se modificó esta fecha dado, que el crecimiento de la curva es alarmante y que aún Bolivia no llegó al pico, por eso se postergó para el 18 de octubre. Esto produjo reacciones y mucha violencia en las calles, rompiendo todos los protocolos y generando un clima de incertidumbre y miedo por la expansión de la pandemia.  Todos los movimientos sociales ligados al gobierno anterior, rechazan radicalmente el cambio de fecha.

Se reactivó “el pacto de unidad”. Y pone la situación político social con mucha incertidumbre e impide una gobernabilidad tranquila.  Y últimamente la COB y mineros anunciaron radicalizar las medidas de presión ante fracaso de diálogo con el Tribunal Supremo Electoral. El objetivo exigir elección, sin embargo, el movimiento obrero está en una clara afrenta política. A solo 72 días de marcarse las elecciones. Quieren su modificación.

En este contexto el tema educativo es el más desastrozo porque, desde el ministerio se lanzó una ley para que haya clases virtuales y a distancia. Lo único que ha develado es la grande diferencia que existe en la realidad actual, que el área urbana tiene acceso al internet, y el área rural totalmente precario, ni internet, ni celular. A eso se suma que la mayoría de los maestros tuvieron que acelerar cursos en manejos de plataformas y redes, que no es fácil. Conclusión, hubo clases virtuales, no hay perdida de año, pero la educación había entrado en graves problemas. Los maestros trataron de rediseñar sus clases en aulas virtuales. Pero todos estos esfuerzos, no fueron suficientes.  El gobierno central anuncio la clausura del año escolar 2020 a finales del mes de julio en el país, debido a la pandemia de coronavirus y a la falta de condiciones para llegar con la educación virtual a todo el territorio nacional. Esta decisión trajo más conflictos.

Por su parte las universidades, por lo general han seguido virtualmente, pero asumiendo esquemas y plataformas improvisados.  Es que Bolivia no estaba preparada para un cambio tecnológico, llegó y se posesionó y hoy vivimos digitalmente en todo, solo que los que no tienen dinero sufren para poder responder a esta nueva dinámica.

Ante toda esta realidad, la Iglesia tuvo que acelerar sus cambios, porque todos los templos fueron cerrados y se abrieron páginas web y redes para hacer participar a sus fieles en misas, celebraciones y rezos. Además de interactuar con sus comunidades parroquiales. En todos los sectores marginales, la iglesia se alió a las familias para ayudar con alimentos, ollas comunes y asistencia de salud, para socorrer a muchos afectados por esta pandemia.

Dada la flexibilización en las últimas semanas, los templos se abrieron para las celebraciones, pero de forma organizada y en base a protocoles de protección frente al contagio del coronavirus. Todos los tempos pueden abrir los días viernes, sábado y domingo por las mañanas, con un aforo del 30 por ciento. //GSP.

 

 

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