Mons. Gualberti: “Ante el crecimiento de los contagios del COVID y los afanes electorales, estamos llamados a priorizar la vida y la salud”
 

El Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti, este domingo 24 de enero desde la Catedral, afirmó que en estos tiempos muy difíciles y complejos que nos toca vivir, por el crecimiento exponencial de los contagios del COVID y los afanes electorales, estamos llamados a priorizar la salvaguarda de la vida y la salud, dispuestos a sacrificar otros bienes e intereses.

Al mismo tiempo aseguró que es el momento de establecer, a la luz de los valores del reino de Dios y con lucidez y firmeza, las prioridades acordes a la situación. Para Dios, el primer gran valor es la vida, el don más grande que él nos ha dado; por eso, todos *estamos llamados, cada cual, de acuerdo a su estado y profesión, a priorizar la salvaguarda de la vida y la salud, dispuestos a sacrificar otros bienes e intereses.

Esto implica, de parte de todos, la responsabilidad moral para cumplir las medidas de seguridad y sanitarias establecidas y, de parte de las autoridades, destinar personal, estructuras y recursos económicos para mejorar los servicios de salud en nuestro país y garantizar la atención médica a todos los ciudadanos.

Así mismo el Arzobispo de Santa Cruz, aseveró que los actores involucrados en la campaña electoral, los medios de comunicación y las redes sociales tienen la responsabilidad moral de no fomenten un ambiente de tensión y de lucha que interfiere o hace pasar en segundo plano el compromiso por la salud y la vida*. Por el contrario, que se comprometan en crear un clima de serenidad, de diálogo, de comunión y de paz, que favorezca la implementación de las medidas necesarias para contrarrestar el contagio.

Homilía del Arzobispo de Santa Cruz, Mons. Sergio Gualberti

24/01/2021

La palabra de Dios de este domingo nos introduce en el tema central de la predicación de Jesús: el anuncio del reino de Dios, la Buena Noticia de la salvación para toda la humanidad.

La primera lectura nos presenta a Dios que confía a Jonás una delicada misión entre gente pagana:” Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que yo te indicaré”. Para el pueblo de Israel, Nínive, capital del gran imperio asirio, era el símbolo del poder opresor que se sustentaba sobre la ley del más fuerte y de las armas. Jonás considera imposible que los ninivitas se conviertan por el ultimátum de un Dios a ellos desconocido: ”Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida”; por eso, él se acobarda, no acata el mandato de Dios y se escapa lo más lejos posible de esa ciudad.

Pero Dios persiste en sus planes y por segunda vez ordena a Jonás: “Parte ahora mismo para Nínive”. Jonás esta vez obedece y, llegado a Nínive, recorre toda la ciudad durante tres días predicando la conversión. Contrariamente a sus temores y previsiones, los ninivitas acogen la palabra de Jonás, se arrepienten, hacen penitencia y se convierten de su mala conducta. Ante este hecho, Dios se compadece de ellos y desiste de su propósito.

En el Evangelio también Jesús, al iniciar su misión, hace un llamado a la conversión y anuncia el Reino de Dios: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. “El tiempo se ha cumplido”; con la predicación de Jesús, termina el tiempo de la larga espera del Mesías, comienza a cumplirse el plan de Dios e irrumpe el final de los tiempos, en la historia humana, aunque todavía no ha llegado a su plenitud.

Esta expresión el “Reino de Dios o Reino de los cielos”, recurre constantemente en los evangelios y nosotros la escuchamos muy a menudo, sin embargo, nos resulta difícil comprenderla a cabalidad, ya que es propia de un lenguaje y cultura de los tiempos pasados cuando las monarquías absolutas gobernaban a los pueblos. El reino de Dios es muy distintos de los reinados humanos, no es una realidad política y de poder, es el designio de amor, de vida y de paz de Dios Padre para la humanidad entera, el plan de salvación que abarca todos los ámbitos de la existencia humana: personal, pública, ética y política.

El Reino está cerca”. Gracias a Jesús hecho hombre, Dios Padre ya no está lejos de la humanidad, él se ha hecho muy cercano a nosotros, una presencia en la historia humana que engendra la vida en todas sus formas y dimensiones, la fuerza que verdaderamente renueva al mundo.

Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. El reino de Dios es la novedad maravillosa por la que vale la pena convertirse, hacer un cambio radical en nuestra vida y dejar a un lado los ídolos del mundo para creer en Jesús, hacernos sus discípulos, jugarnos por su causa y asumir sus desafíos con valentía y entusiasmo.

En el reino de Dios, la regla principal es el amor, el amor que impulsa nuevas relaciones de hijos con Dios nuestro Padre y de hermanos con todos las demás seres humanos, porque todos somos hijos amados de Dios, iguales en dignidad y sin distinción alguna.

El Reino implica también una nueva manera de relacionarnos con los bienes que Dios ha puesto a nuestra disposición, no como dueños, sino como administradores. Por tanto, estos bienes tienen que ser compartidos entre todos en fraternidad, en el marco de la equidad y la justicia y en el respeto de la naturaleza y del medio ambiente.

En la segunda lectura, también San Pablo nos exhorta a acoger el reino de Dios, el verdadero tesoro que perdura hasta la manifestación plena al final de los tiempos, el absoluto ante el cual se relativizan todas las demás realidades, poderes y bienes de la tierra, “porque la apariencia de este mundo es pasajera”. Por eso los cristianos nos arrodillamos solamente ante Dios y no ante ningún ídolo o poder humano por más que pretenda endiosarse, porque esa actitud, además de mellar nuestra dignidad de persona, es una grave ofensa a Dios.

Jesús no ha querido llevar sólo la misión encomendada por Dios, sino que, desde los primeros momentos, llama a dos parejas de hermanos, que eran pescadores, para que lo sigan, sean sus discípulos y compartan su misión: “Síganme y Yo les haré ser pescadores de hombres”. La respuesta de los cuatro pescadores es sorprendente: “inmediatamente dejaron sus redes y siguieron”. Ellos dan el paso definitivo de su vida y dejan todo; los instrumentos de trabajo, la familia, la casa, las relaciones sociales y laborales y siguen a Jesús. Desde ese momento, ellos son constituidos discípulos y misioneros del Reino de Dios, como “pescadores de hombres” junto a Jesús, para sacarlos de las aguas oscuras del pecado y de la muerte y guiarlos por el camino de la luz y de la vida.

El Señor repite hoy este llamado también a nosotros, para que seamos “pescadores de hombres” y seamos disponibles a anunciar y testimoniar la Buena Noticia del reino de Dios. Este llamado adquiere un significado y urgencia especial en estos tiempos muy difíciles y complejos que nos toca vivir, por el crecimiento exponencial de los contagios del COVID y los afanes electorales. Es el momento de establecer, a la luz de los valores del reino de Dios y con lucidez y firmeza, las prioridades acordes a la situación. Para Dios, el primer gran valor es la vida, el don más grande que él nos ha dado; por eso, todos estamos llamados, cada cual, de acuerdo a su estado y profesión, a priorizar la salvaguarda de la vida y la salud, dispuestos a sacrificar otros bienes e intereses.

Esto implica, de parte de todos, la responsabilidad moral para cumplir las medidas de seguridad y sanitarias establecidas y, de parte de las autoridades, destinar personal, estructuras y recursos económicos para mejorar los servicios de salud en nuestro país y garantizar la atención médica a todos los ciudadanos.

De la misma manera, los actores involucrados en la campaña electoral, los medios de comunicación y las redes sociales tienen la responsabilidad moral de no fomenten un ambiente de tensión y de lucha que interfiere o hace pasar en segundo plano el compromiso por la salud y la vida. Por el contrario, que se comprometan en crear un clima de serenidad, de diálogo, de comunión y de paz, que favorezca la implementación de las medidas necesarias para contrarrestar el contagio.

En este compromiso, seamos testigos humildes y gozosos del reinado de amor y de vida del Padre, para que, su presencia viva en Cristo, colme de esperanza y fortaleza el corazón de todos, en especial de los que sufren en primera persona los embates y el sufrimiento del contagio. Pidamos confiadamente esta gracia al Señor con las palabras del salmo que hemos proclamado: “Guíame por el camino de tu fidelidad… Tú eres mi Dios y mi salvador”. Amén

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